12.09.2009

Una diabla con suerte

Un año más que se pasa… cuando trabajo en la cabina de flujo laminar es cuando más me da la pensadera porque, sinceramente, no se requiere mucho cerebro para hacer diluciones o hacer pases de hongos. Horas enteras me la paso ahí sentada, todos los días de la semana, y arrullada por el sonido del ventilador empiezo a recordar las cosas por las que he tenido que pasar por las decisiones que me han tocado tomar.

Vivir no es fácil, no se trata de simplemente respirar mientras se ve todo a través de la ventana, como si fuera ajeno. Y muchas veces siento que no soy tan fuerte como creía. Y muchas veces me levanto del piso, adolorida, confundida, pero todavía con esas preguntas sin respuesta que me mueven el alma.

En un año las cosas han cambiado más de lo que hubiera esperado. Ahora vivo en un mundo traducido y socialmente me he vuelto un poco introvertida. Me han cohibido mi flash de paparazzo porque, al parecer, la realidad es algo muy difícil de aceptar para algunos. No he hecho muchos amigos y a los viejos trato de no olvidarlos. Me gusta que se oscurezca temprano y comer copos de nieve, aunque no me gusta mojarme los zapatos cuando tengo que meterlos entre nieve derretida. Me da miedo manejar de noche, y más si me toca andar en autopistas… pero por lo menos ahora ya tengo un cacharrito que me salió casi regalado... y la lista continúa pero no vale la pena extenderse.

No se porqué pero, a pesar de ser una mala mujer, he sido muy feliz. Soy una diabla con suerte. Ojalá que el cuarto de hora no se me acabe muy pronto porque yo todavía quiero dos terremotos, un gato y un perro. Esto de volver a empezar…

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