7.04.2011

Resident, but still an alien

La semana pasada me aprobaron la solicitud de residencia.

La parte más denigrante de todo el proceso fue cuando, para llenar el formulario médico, la doctora que me estaba examinando me dijo: "Now, I have to check your skin... there", señalando con sus ojos mi área pélvica inferior. Estaba yo encima de la camilla, sin nada de ropa, apenas envuelta con esas batas de consultorio, de tela delgada y color verde pastel. Yo la miré con cara de "creo que no escuché bien, ¿me repite?". La doctora me explica que es un requisito para llenar el formulario, que "ellos" le piden revisar. Yo cierro mis ojos, y los abro mirando al techo mientras le digo, "go ahead, I understand", cuando en realidad no entiendo qué es lo que tiene que buscar... ahí. No fueron más de 3 segundos, pero el "God bless America" en la corona que decoraba el consultorio me generó un serio malestar estomacal. Yo nunca había visto adornos decorativos en los consultorios que he tenido que visitar acá, pero justo lo tenían en el destinado a atender inmigrantes, ¡qué casualidad!

Olvidando ese incidente, todo el proceso fue muy sencillo. Nos tomó un fin de semana llenar los formularios y una semana más para completar el paquete con los documentos adicionales que solicitan. Eran tantas hojas, que al final terminamos marcando cada una con el número correspondiente de la "Tabla de Contenidos" para que nada se perdiera. Funcionó ser tan organizados porque a las dos semanas nos llegó el acuse de recibo y tres días después me llegó la citación para tomar huellas digitales. Otras tres semanas pasaron para que llegara la citación a la entrevista, que era casi al mes. Una semana antes de la entrevista me llegó el carné con la autorización para aceptar empleo. No se si para otras parejas haya sido de la misma manera, pero así fue para nosotros.

La entrevista fue muy sencilla. De hecho, nos demoramos más en llegar a las oficinas de la USCIS. En la sala de espera había otros cuantos, un señor con su anciana madre, tres mujeres de chancla blanca y joyas doradas, y un hombre con una mujer muy joven para él. Con ellos nos sentamos en una sala enorme con muchas sillas vacías y esperamos a que llamaran mi nombre. En cinco minutos nos aprobaron la solicitud y en los cinco restantes el oficial nos explicó los beneficios y limitaciones de la green card. El oficial era un hombre ya entrado en los cuarentas, un señor muy educado que nos hablaba serena y pausadamente. Tan pronto se presentó, la ansiedad con la que amanecí se desvaneció. Su forma de ser me calmó. Ni las preguntas que me hizo me parecieron ofensivas. Estas eran para determinar si en algún momento yo había actuado de manera ilegal. A todas ellas respondí "no sir". Estoy segura que el oficial las leyó del formulario I-485.

En dos semanas me llega la green card. Ya soy residente. Ya puedo buscar trabajo. Ahora sí me quiero graduar pronto para empezar otra etapa.