3.28.2008

Bittersweet

'Cause it's a bittersweet symphony this life.

Para mí, la felicidad nunca ha sido completa, siempre ha tenido esos sabores amargos que intranquilizan la mente y me hacen sentir el corazón recogido.

El rumbo de mi vida ha dado un giro inesperado y ahora me enfrento ante una posibilidad que nunca contemplé o que, en realidad, nunca quise contemplar porque terminé haciendo lo que por tantos meses me obligaba a no hacer: pensar que siempre estaría junto a él y que todo estaría bien. Bueno, eso ya no será así, mi realidad en pocos meses va a ser otra cosa y tendré que acostumbrarme a la idea de no verlo todas las tardes después de trabajar.

Seguro que lo extrañaré...

Extrañaré ese cálido cuerpo que por tantas noches he abrazado, esos brazos que con sólo rodearme logran alejar los demonios del diario vivir, esos labios que me besan con tanta perfección y esos ojos que me miran a través de largas pestañas y que me hacen sentir que todo es posible. Absolutamente todo lo que hay de él lo habré de extrañar.

Una nueva vida me espera y, a pesar de tener que emprender un nuevo camino con el corazón magullado, me siento animada y con ganas de salir adelante, de demostrarme a mi misma que sí se puede, que después de tanto añorarlo va a llegar el día en que será a mí a la que despedirán en El Dorado.

Todavía no tengo visa ni tiquete, pero tengo una oferta para irme a EU y la mitad de miles de sueños para empacar... la otra mitad se va a Holanda, acompañado de una maleta naranja que compré con un mal presentimiento.

Break this bittersweet spell on me

Lost in the arms of destiny

3.22.2008

Vieja verde

Hoy me llegó esto al correo... chistoso, aunque no se qué sentir cuando pienso que en esos lares nunca sufriré los efectos de la gravedad.

Lo cierto es que mi obsesión por los senos se ha vuelto inmanejable porque entre más trato de controlarlo, más rápido vuelvo a recaer. Es definitivo, me he convertido en una vieja verde sin remedio y no me queda otra que rogar para no tener que ganarme, algún día, una gran bofetada... por mirona.

3.17.2008

Microbióloga, M.Sc.

El sábado me gradué. Pero no sólo fue eso, me dieron la distinción de Tesis Laureada por haber superado el estándar de los criterios de calidad científica, haciendo un aporte excepcional y muy significativo al conocimiento. Cada vez que leo ese certificado, que me entregaron junto al diploma, siento una presión que me oprime desde adentro y me queda la pregunta de si realmente me lo merecía o si simplemente fue la suerte la que me ayudó a conseguirlo.

Creo que tengo suerte. Siempre la he tenido.

Cuando terminé el colegio tuve la oportunidad de viajar a Inglaterra con el fin de aprender inglés pero también para poner en orden mis ideas. Regresé a casa, después de viajar por Europa y quedar muy antojada, y me arriesgué a estudiar lo que, por descarte, era lo único viable y acerté. Ahora no me veo haciendo otra cosa y, a pesar de no estar siendo bien remunerada, me siento feliz. Trabajé un año y esa experiencia me dejó muy claro lo que nunca quiero ser ni como profesional ni como persona. Pero renunciar no fue fácil, sobre todo porque las ofertas laborales brillaban por su ausencia, pero lo hice y, tras unos meses de "vacaciones", terminé volviendo a las aulas a pasar, por tercera vez, una propuesta de investigación. La tercera fue la vencida y el proyecto fue aceptado. Tras un semestre de materias, empecé a recibir un sueldo y dejé de preocuparme por pagar la matrícula.

¿He tenido suerte? Sí, he tenido la suerte de encontrarme con gente que me ha ayudado mucho en mi camino. Ese reconocimiento que me fue otorgado el sábado no es sólo para mí, es también para todos aquellos que han estado conmigo durante ese año y medio de arduo trabajo. Ya para este punto de mi vida se que uno no hace nada solo y sería muy arrogante de mi parte seguir pensando de esa manera.

3.01.2008

El testigo mudo

Ella lo sabía mejor que nadie, en el momento en que él saliera por esa puerta, su vida, tal y como siempre había querido que fuera, iba a ser otra cosa. Lo sabía, pero no era capaz de moverse porque esa certidumbre la embriagaba, la adormecía, allí, sobre su cama, el saber la había drogado por completo y ella no podía hacer más que presenciar, como quien cómodamente se sienta a ver la última película de cartelera, el final de la historia.

Miró por la ventana y se sorprendió al darse cuenta que afuera todo seguía igual, esa normalidad e indiferencia del mundo a los eventos que habrían de acontecer en pocos minutos le hizo dar escalofríos. Si hasta los muertos son olvidados, ¿cómo habría esperanzas para ella? Sólo ella sería testigo, un testigo mudo e incapaz de evitar lo que iba a pasar.

Cerró lo ojos y sintió sus palpitaciones como si el corazón se le hubiera subido a la cabeza y, en el baño, ahora escuchó como él abría la llave del agua. El monótono sonido que ésta hace al correr empezó a llevarla a lugares más profundos dentro de su ser, donde la soledad consumió sus pensamientos haciendo que, por unos instantes, nada más importara. Ni siquiera esa maleta, empacada de afán, que yacía sobre el suelo, cerca al armario que él había revolcado para rescatar sus pertenencias mientras ella lo observaba sin saber cómo detenerlo, importaba.

Esperó allí, aún con los ojos cerrados y sentada sobre una cama inmaculada que ya desentonaba con el resto de su habitación, a que la puerta del baño se abriera. Imaginó que si sus miradas se encontraban todo estaría bien y que el curso de su vida volvería a la normalidad, así como afuera todo seguía igual, pero la puerta se abrió y del baño él rápidamente salió a coger su maleta y, así, sin decirle una sola palabra, salió de la habitación y de su vida, para siempre.