¿A qué colombiano no lo visitó de niño el ratón Pérez para dejarle algo de dinero debajo de la almohada a cambio del diente de leche que acababa de caerse? (y algo que me interesaría ahora saber es qué otras versiones de este roedor hay por ahí regadas por el mundo).
A mi me dejaba 200 pesos y no podía de la dicha cuando veía ese billetito verde esperándome para que lo metiera en mi maleta. Durante toda la mañana sólo podía pensar en lo que me iba a comprar en la tienda del colegio. En esas buenas épocas, 200 pesos alcanzaban para muchas cosas; ahora, con 200 pesos apenas puedo comprar una cajita pequeña de chicles Adams o, bueno, eso era lo que antes hacía porque acá no hay monito (también conocido como "vendedor ambulante") para comprarle. ¡Ay, los monitos! De verdad que extraño esos carritos improvisados y llenos de placeres terrenales, donde se podía conseguir desde una pinche menta hasta barras de chocolates importados. Acá, esas máquinas dispensadoras de dulces no te dan nada importado y, a veces, me da mucho pesar gastar un dólar en un paquete de papas.
Pero bueno, estamos hablando del Ratón Pérez... no recuerdo quién me dijo (pero sería mejor pensar que algún día me lo soñé, sólo por darme ínfulas de persona imaginativa) que la razón por la que el ratón Pérez tiene que recolectar tantos dientes es porque su esposa hace collares (miles de ellos o uno muy grande) que se le revientan a cada rato y por eso es que manda a su abnegado compañero en búsqueda de nuevo material para continuar con su interminable tarea. ¿Alguien más se preguntó de pequeño para qué diablos un ratón quiere dientes de leche? Yo creo que a todos nos interesaba más la jugosa recompensa que amanecería debajo de la almohada.
El caso es que hoy quería compartirles la inocencia y ternura de mi primito Sebastián Niño Perico (sí, yo sé lo chistoso que suenan esos dos apellidos juntos), él debe tener como siete años. La historia que mi mamá me escribió por correo es la siguiente:
Te cuento la historia de tu primito Sebastián…
Se le cayó un diente y, obviamente, el Ratón Pérez lo visitó y le dejó platica debajo de la almohada, que él encontró y se puso feliz.
La semana pasada iba la familia Niño Perico en el carro hablando de pagar unas cuentas. Mauro dijo que en la de él no había suficiente y que de pronto en la cuenta de ahorros de Gloria hubiera. Quedaron de revisar los saldos porque en el momento no sabían si había suficiente.
Se olvidaron de que atrás iban los niños, el cuento es que de pronto Sebas, con toda seriedad, dice: "Yo tengo la solución para completar la plata: ¿por qué no me sacan todos los dientes?".
A mi me dejaba 200 pesos y no podía de la dicha cuando veía ese billetito verde esperándome para que lo metiera en mi maleta. Durante toda la mañana sólo podía pensar en lo que me iba a comprar en la tienda del colegio. En esas buenas épocas, 200 pesos alcanzaban para muchas cosas; ahora, con 200 pesos apenas puedo comprar una cajita pequeña de chicles Adams o, bueno, eso era lo que antes hacía porque acá no hay monito (también conocido como "vendedor ambulante") para comprarle. ¡Ay, los monitos! De verdad que extraño esos carritos improvisados y llenos de placeres terrenales, donde se podía conseguir desde una pinche menta hasta barras de chocolates importados. Acá, esas máquinas dispensadoras de dulces no te dan nada importado y, a veces, me da mucho pesar gastar un dólar en un paquete de papas.
Pero bueno, estamos hablando del Ratón Pérez... no recuerdo quién me dijo (pero sería mejor pensar que algún día me lo soñé, sólo por darme ínfulas de persona imaginativa) que la razón por la que el ratón Pérez tiene que recolectar tantos dientes es porque su esposa hace collares (miles de ellos o uno muy grande) que se le revientan a cada rato y por eso es que manda a su abnegado compañero en búsqueda de nuevo material para continuar con su interminable tarea. ¿Alguien más se preguntó de pequeño para qué diablos un ratón quiere dientes de leche? Yo creo que a todos nos interesaba más la jugosa recompensa que amanecería debajo de la almohada.
El caso es que hoy quería compartirles la inocencia y ternura de mi primito Sebastián Niño Perico (sí, yo sé lo chistoso que suenan esos dos apellidos juntos), él debe tener como siete años. La historia que mi mamá me escribió por correo es la siguiente:
Te cuento la historia de tu primito Sebastián…
Se le cayó un diente y, obviamente, el Ratón Pérez lo visitó y le dejó platica debajo de la almohada, que él encontró y se puso feliz.
La semana pasada iba la familia Niño Perico en el carro hablando de pagar unas cuentas. Mauro dijo que en la de él no había suficiente y que de pronto en la cuenta de ahorros de Gloria hubiera. Quedaron de revisar los saldos porque en el momento no sabían si había suficiente.
Se olvidaron de que atrás iban los niños, el cuento es que de pronto Sebas, con toda seriedad, dice: "Yo tengo la solución para completar la plata: ¿por qué no me sacan todos los dientes?".
7 comentarios:
Divino tu primito Lau, yo me lo como a besos!!!
Claro, no me extraña Nata, sumercé sólo pensando en hacer de las suyas con chicos menores... jajajajaja. :P
Pues si pa' que te digo que no si si, a mi como que me gusto cambiar pañales :P
jejejej, buen post para leer al final de un dia arduo de trabajo en el lab!... siempre pense que el tan ratón perez o miguelito se llevaba los dientes de todos los niños para coleccionarlos...jejeje, lo peor es que mi inocencia duro por muchos años, peleaba con mis amiguitos del colegio cuando me decian que eran mis padres los que ponian el dinero...hasta que algún dia, ya muy vieja yo, encontré la colección en un cajón olvidado de mi padre......ahora me pregunto, porque los siguen guardando??? será que tanto nos quieren, que hasta eso les da felicidad al recordar???
Bueno, pero por lo menos no usaron sus dientes para hacer joyería!!! Jajajaja.
André el post sigue siendo tierno, el problema es que Lau y yo somos unas "viejas" verdes :P
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