7.02.2007

Los detalles

Los pequeños detalles pueden hacer tanto. Pueden hacerme sentir que no podría ser más feliz, que lo que tengo es lo que siempre había soñado y que nunca pensé fuera a tener. Sin embargo, también me pueden hacer sentir increíblemente frustrada.

He ahí mi dilema, ¿le doy o no importancia a los pequeños detalles?

Cuando me siento como me estoy sintiendo ahora, quisiera no hacerlo. Aunque, por otro lado, se que es la acumulación de esas pequeñas cosas la que también hace que valga la pena seguir adelante con alguien y, hasta el día de hoy, he tenido muchos más buenos momentos que malos. Éso es lo que me dice que no tengo razón para dejar de disfrutar, por ejemplo, un arroz con huevo a las 3 de la mañana (y eso que le tengo un fastidio inexplicable al huevo).

Ahora que lo pienso... espero que mis arranques de frustración no terminen haciendo que sea yo un futuro objeto de fastidio, ya ha pasado y me puede volver a pasar. Conociéndome como que conozco... eso no sería nada raro.

6.27.2007

Lo que hace uno por la familia

Subí a Monserrate a pie. Nunca lo había hecho y creo que no lo vuelvo a repetir, sobre todo por la gama de malos olores -más frecuentes hacia el lado de los amoniacados- que despedía el trayecto hacia la cima. Lo cierto es que uno sí encuentra cuanta caseta de vieja hojalata quiera, cada una de ellas convertida en tienda en donde se puede conseguir desde guarapo hasta Coca-Cola, aunque yo no recomendaría consumir ninguna de esas bebidas fermentadas en quién sabe qué olla. Caseta convertida en baño no ví, aunque pensándolo mejor, entrar a una cosa de esas debe ser una experiencia del inframundo, así que mejor seguir arrojándolo todo a la pobre madre naturaleza. Pueden ver fotos del lado bueno del paseo en mi flickr, chévere si me dejan comentarios o, mejor aún, si se unen a la comunidad.

Subimos porque llegaron de Suiza mi prima Diana con su novio Reto (los de la foto, claro). Están ambos estudiando medicina y decidieron hacer una pasantía de 3 meses en Bogotá en algún hospital del sur donde necesitan su ayuda. Muy sanos ellos, no toman, pero claro, mi lado endemoniado les sacó un día el coctelito con amaretto y jugo de naranja, ¡cómo brindamos con ese rico juguito!, se notó que les gustó mucho, en especial a Reto, no puedo dejar de pensar que esa palabra no puede ser un nombre.

6.22.2007

Requiem por un pajarito

En las mañanas, Enki siempre se escabulle en mi cuarto tan pronto mi mamá entra para dejarme un jugo de naranja encima de mi escritorio. Ella entra y empiezo a escuchar como la campanita del collar de mi gato suena cada vez más rápido, hay un silencio y, al siguiente segundo, siento su peso encima de mis piernas. El ronronero aumenta y el sentir su fría nariz cuando toca mi mano me obliga a abrir los ojos para consentir su suave cabecita. Me gusta pensar que esa es su manera de darme los buenos días.

Ayer en la mañana nada de ésto ocurrió. Me pareció extraño pero me fui a bañar. Cuando salí de la ducha escuché su campanita sonar en el patio, abrí la persiana y ví que lanzaba algo gris por el aire. Era un pajarito, un copetón, todavía pequeño porque su plumaje no era de ese color café característico de la especie. Jugó con él un rato más, lo lamió, escupió las plumas que se le quedaban pegadas a la lengua y, al parecer, después de aburrise, lo dejó tirado en el suelo para irse a comer los trozos de papaya que mi mamá le deja en su plato de comida en la cocina. Pero ese no fue el fin de ese pobre pajarito, anoche sólo encontré la cabeza y una parte de una ala en el patio.

Enki ha matado su primer pajarito, o por lo menos eso es lo que yo pienso mientras trato de borrar de mi mente ese recuerdo de haber encontrado varias plumas grises en mi cuarto hace ya varias semanas.

6.17.2007

Flores que me hacen sonreir


La gerbera es mi flor favorita. Alguna vez compré dos plantas y las sembré en el jardín de mi casa con la esperanza de verlas florecidas por mucho más tiempo y con más frecuencia, pero a la semana ya las babosas, esos moluscos voraces que, a diferencia de los caracoles, andan por el mundo sin la casa a cuestas, habían hecho de las suyas: convirtieron mi ilusión en un nutritivo alimento.

Ya no tengo gerberas en mi jardín, pero tengo a alguien que las compra para mí cada vez que las logra encontrar. Ahora tengo cinco gerberas amarillas, en un florero blanco, que así como adornan mi casa, adornan mi cara con una sonrisa cada vez que las veo cuando salgo por las mañanas a trabajar.

6.06.2007

Se hizo el milagrito

Y yo que tanto me quejaba de la poca atención que me prestaban y vea, mi jefe se puso la bata para trabajar conmigo y hasta el marido terminó sentado en mi mesón ayudando con la extracción de ADN... pero ni por esas salió, creo que debo estar rezada o algo, me va a tocar hacerme un baño con hierbas para purificarme, tal vez me he llenado el alma de demasiados malos sentimientos y mis bichitos están secos de tanta mala actitud.

6.03.2007

Se acabó la escapadita

Ya estoy de vuelta (para la alegría de mi anónimo señor x) y aunque el fin de semana estuvo pasado en lluvia, nos fuimos bien acompañados.

Ser un foco infectivo de mala actitud me obligó a tomarme tres días para poder alejarme de la gente del laboratorio y de mi trabajo. Ya empezaba a tener demasiadas peleas ridículas con mis compañeros y eso no aguanta.

Mañana comienzo una nueva semana y espero llegar con un nuevo aire, aunque ya voy atrasada con mi cronograma de vacaciones (que, por cierto, fueron estos tres días que pasaron) porque mis endófitos se niegan a liberar su preciado ADN. Se supone que tengo que ir a San Diego a finales de julio a presentar prácticamente toda mi tesis pero, para ser sincera, prefiero quedarme en Bogotá porque, por una parte, no alcanzo a tener todos los resultados para ese congreso y, por otra, no habría dinero extra para gastar, cosa que no me agrada para nada porque, por alguna razón todavía desconocida para mí, en esas tierras extranjeras el gen del shopping se me activa y tener que silenciarlo a la fuerza puede ser perjudicial para mi salud.

Bueno, y para terminar, por acá les dejo la fotico de un workaholic que será mi santo de devoción para lo que queda del año.

Buen macro, ¿no? :D

5.23.2007

Buscando nuevo apodo

Me frustra saber que todo el trabajo que estoy haciendo simplemente servirá para graduar a un estudiante más, para sacar un diploma más. Me desanimo cuando pienso que mi tesis quedará archivada con otras miles en la biblioteca de la universidad y me da mal genio no poder hacer algo para que todo este esfuerzo realmente sirva... algún día.

No ser parte del selecto grupo del laboratorio ya no me causa gracia, ahora me llena de una profunda tristeza que sale de mí en forma de mal genio. No estar dentro significa que no eres importante, que no te paran bolas, que te dejan solo y que uno mismo tiene que ver cómo se las arregla. Sí, es bueno ser independiente, eso lo se, pero ser ignorado o que lo dejen a uno con la palabra en la boca, es bien maluco y ya no me parece chistoso.

Lo cierto es que ya no me gusta cuando hay más de 5 en el laboratorio. Me volví una mamá regañona que salta cuando encuentra la balanza sucia, los reactivos por fuera del estante, el desecho acumulado, el mesón manchado o las canecas a reventar. Igual, sigo pensando que si tengo que pasar 8 horas (a veces menos, a veces más) en ese laboratorio, pues lo mínimo que debo hacer es mantenerlo limpio y organizado para poder trabajar. Es evidente que ninguno está acostumbrado a andar limpiando en la casa, yo tampoco, soy una mantenida, una completa sanguijuela, pero ni modos, el laboratorio se ha vuelto mi segundo hogar y por eso no me molesta limpiar. Ya se podrán imaginar cómo me quejo por las tareas que los demás dejan de hacer, me molesta muchísimo que nadie responda por las cochinadas que se encuentran por ahí.

En fin, me volví una completa mamera y ya me están buscando apodo. ¿Alguna sugerencia?

5.22.2007

Supercombo sabanero

Así eran nuestros resultados, algunos tejos lograban llegar a la arcilla, los otros quedaban perdidos por el suelo.

Sí señores, nos fuimos de "tejistas" a Cogua, después de cebarnos con una deliciosa fritanga, y el marcador final no fue nada alentador: Dos mechas (pero ojo, una no sonó) y una embocinada entre 9 jugadores. Definitivamente, las raíces cundiboyacas no han logrado arraigarse, apesar de habernos bajado petaco y medio de Aguila (bien tibia, eso sí... tal vez fue por eso, ahora que lo pienso).

Los jugadores observan la técnica del pueblerino mayor. El señor trataba de educarnos en las tradicionales artes cundiboyacas.

Como era de esperarse, no salimos ilesos. Un importante jugador se "escalabró" el coco y terminó con un chichón rajado en la frente. El pobre no vió un decorativo tubo que salía de la pared cuando se agachó a recoger el tejo.

Jose escalabrao por borracho animal

Lo cierto es que los jugadores profesionales, mientras nos dejaban sordos con cuanta mecha reventaban, también nos educaron con sus nuevos estilos de peinado. Ahora, los hombres quedaron con ganas de raparse para dejarse un único mechón engominado en la frente, con su respectivo bozo incipiente, obviamente.

Una experiencia que vale la pena repetirla. ¿Cuándo le hacemos otra vez?

5.16.2007

De vuelta a los químicos

En esto quedó mi intento por llevar un estilo de vida sano: Media pastilla de Amitriptilina por las noches y una de Naproxeno cada 12h. Al parecer, una sobredosis de estrés hizo que a las 10 de la noche mis papás tuvieran que llevarme de urgencias a la clínica porque el dolor de cabeza y el vómito eran ya intolerables. Migraña severa vascular, fue el diagnóstico. El peor episodio que he tenido en mi vida. Me dieron dos días de incapacidad, pero sólo me tomé uno porque el trabajo represado no da tregua. El dolor sigue, pero ya ha disminuído muchísimo, ya no me muero (para la desgracia de algunos y la dicha de otros).

5.07.2007

Primeramente...

Sí, "primeramente" fue una de las barrabasadas que dije por no controlar los nervios cuando presenté mi trabajo en el congreso. Les juro que no me estresaba tener que presentarme ante un montón de gente otra vez, fue mi jefe la que hizo que la inseguridad invadiera mi cabeza cuando me dijo: "Laura, su trabajo es uno de los 7 que quedaron seleccionados para participar por el premio Elizabeth Grose, hay 2 LAMFUs, así que mucho ojo con esa exposición, no nos vaya a hacer quedar mal". Dicho esto, sentí que no iba a ser capaz y que la iba a embarrar al tratar de mostrar mis escasos resultados como si fueran la panacea.

Nunca hubiera pensado que iba a hacer el oso pero por inventarme palabras, por confundir centímetros con milímetros (me pidieron el sacabocados con el que hacía esos orificios de 0.5mm), por decir luminiscencia en lugar de luminosidad, entre otras que habré dicho pero no recuerdo (de hecho, solo fui consciente del "primeramente").

No me gané el premio, pero se lo ganó el otro LAMFU, mi compañero y gran amigo Alejandro Rojas (no se si él piense lo mismo de mí), por lo que sí hubo razón para celebrar el viernes a pesar de sentirme algo frustrada (claro que eso terminó ahogándose en cerveza). Aunque siempre me dije que no había forma de que yo me lo ganara (sobre todo cuando supe quiénes eran los otros que estaban concursando), aunque haya tratado de ignorar a esa vocecita interior (y la de mi amiga Angelita) que me decía: "¿Y que tal que sí?", logré envenenarme con tóxicas dosis de orgullo y amor propio (pero nunca me volverá a pasar). No me he ganado nada desde que tenía como 4 años, esa vez fue una yogurtera -que nunca se usó y que terminó en la basura con el paso del tiempo- y algo de plata -que se usó para comprar vestiditos (sí, yo alguna vez usé faldas, fui una víctima de mi mamá).

En ese sentido, hoy todavía sigo con las manos vacías... quisiera pensar que por lo menos hice reír a la gente con mi "buen" manejo del idioma.