Ya se fue la Navidad, pero me ha dejado un montón de regalos, fotos y bellos recuerdos a los que recurriré en caso de sentirme agobiada en algún momento.
A veces no se que pensar de la familia. Es bueno poder contar con ellos, sobre todo cuando no hay a quién más recurrir en los momentos difíciles o para celebrar reuniones de cumpleaños, grados y aniversarios. Mi familia es única para las celebraciones, es de los pocos lugares en los que puedo volverme loca sin que me miren raro. Pero no se. Muchas veces siento que puede llegar a entrometerse demasiado y eso me molesta, me hace sentir que necesito mi propio espacio, espacio que he venido reclamando hace ya como 10 años y nada, todavía no hay con qué. Sólo espero que ese día llegue pronto y tal vez este año me traiga sorpresas.
En todo caso, hace rato no veía una Navidad tan llena de regalos como ésta. En años pasados, a mi tía le dio por jugar al Amigo Secreto y convenció a todos de lo "buena idea" que era hacer eso. La idea era dar un mejor regalo en lugar de repartir el mismo dinero entre varios. Obviamente, eso no sucedió y seguimos recibiendo las mismas cosas de siempre... ya se imaginarán lo aburridas que eran la reparticiones de regalos (porque nosotros repartimos todo el mismo 24 de diciembre). Menos mal eso no pasó este año, debajo del árbol no cabía un regalo más y, lo mejor de todo, la mayoría no era para los primitos pequeños, a quienes logramos aburrir cuando su nombre dejó de ser llamado. Y uno se pregunta cómo diablos si todo el año la gente se queja de la iliquidez, pero uno va a ver y los centros comerciales repletos y la mercancía escasa. Quedé gratamente sorprendida porque, así digan lo que digan, para mi la Navidad no es una temporada de sobrecogimiento y rezadera, no señores, para mi la Navidad es armar desorden a la hora de cantar los villancicos, es natilla y buñuelos, es regalos, es muchos abrazos y sonrisas.