No hay peor noticia en la fría mañana, cuando uno ya está despertando para ser consciente de las responsabilidades que lo obligan a salir del acogedor calor de las cobijas, que escuchar a grito herido: "¡Mamáaa, no hay aguaaa!". Inmediatamente sabes que hoy es inevitable, se te va a hacer tarde y por tu cabeza empiezan a desfilar las posibilidades que tienes:
(1) No bañarse: Pero claro, no hay forma de evitar quererse sentir limpio. Por lo menos yo, no puedo iniciar labores sintiéndome sucia y adormilada, es como si me llevara la cama a cuestas todo el día.
(2) Ir a donde la tía: Te ves saliendo en levantadora y pantuflas a sacar el carro, timbrando donde la tía, esperando a que salgan las primas para poder entrar, vistiéndote a mil, volviendo a la casa después de, seguramente, coger todos los semáforos en rojo, saliendo a Transmilenio y llegando una hora tarde al trabajo. No, no es una opción viable. Entonces, recuerdas que también dijeron que caía apenas un chorrito y ahí es cuando piensas en otra posibilidad.
(3) Chorrito helado: Bañarse con ese chorrito de agua helada y que cae casi resbalando sobre la pared de la ducha. "Qué frío, me va a doler la cabeza, el agua helada me da dolor de cabeza", es lo que pienso en seguida y desecho esa posibilidad sin pensarlo dos veces. Así es como a mi cabeza llega la imagen de la olleta chocolatera del desayuno para darle forma a la siguiente posibilidad.
(4) Baño a totumadas: Ir a la cocina, calentar el agua del chorrito (o de la alberca, si la "muchacha" dejó algo de agua en ella) y buscar la "totuma" porque mejor caliente por parches que congelada y de mal genio.
Así es como te vas por la cuarta posibilidad y hasta le ayudas a mamá a exprimir las naranjas para el sagrado jugo de todas las mañanas. Te bañas y el baño es casi un castigo porque casi no alcanza el agua para quitarte todo el champú y el jabón. Pero claro, ese mal comienzo de día no termina ahí, tiene que venir tu papá a decirte, justo cuando ya estás con la toalla en la mano para secarte, que ya llegó el agua. Te ríes, claro, pero después de sentirte muy miserable al ver que tienes las orejas llenas de espuma.
(1) No bañarse: Pero claro, no hay forma de evitar quererse sentir limpio. Por lo menos yo, no puedo iniciar labores sintiéndome sucia y adormilada, es como si me llevara la cama a cuestas todo el día.
(2) Ir a donde la tía: Te ves saliendo en levantadora y pantuflas a sacar el carro, timbrando donde la tía, esperando a que salgan las primas para poder entrar, vistiéndote a mil, volviendo a la casa después de, seguramente, coger todos los semáforos en rojo, saliendo a Transmilenio y llegando una hora tarde al trabajo. No, no es una opción viable. Entonces, recuerdas que también dijeron que caía apenas un chorrito y ahí es cuando piensas en otra posibilidad.
(3) Chorrito helado: Bañarse con ese chorrito de agua helada y que cae casi resbalando sobre la pared de la ducha. "Qué frío, me va a doler la cabeza, el agua helada me da dolor de cabeza", es lo que pienso en seguida y desecho esa posibilidad sin pensarlo dos veces. Así es como a mi cabeza llega la imagen de la olleta chocolatera del desayuno para darle forma a la siguiente posibilidad.
(4) Baño a totumadas: Ir a la cocina, calentar el agua del chorrito (o de la alberca, si la "muchacha" dejó algo de agua en ella) y buscar la "totuma" porque mejor caliente por parches que congelada y de mal genio.
Así es como te vas por la cuarta posibilidad y hasta le ayudas a mamá a exprimir las naranjas para el sagrado jugo de todas las mañanas. Te bañas y el baño es casi un castigo porque casi no alcanza el agua para quitarte todo el champú y el jabón. Pero claro, ese mal comienzo de día no termina ahí, tiene que venir tu papá a decirte, justo cuando ya estás con la toalla en la mano para secarte, que ya llegó el agua. Te ríes, claro, pero después de sentirte muy miserable al ver que tienes las orejas llenas de espuma.