Reality check

Ayer llegué a casa y puedo decirles que mi visita a Gringolandia fue mucho más productiva de lo que yo me había esperado porque, además de haber tenido unos días sólo para mí, para desconectarme de la realidad y olvidarme del trabajo y todo lo demás, tuve la oportunidad de conocer mucha gente que me ayudará a darle forma a esa masa deforme y oscura que es mi futuro cercano.

Los tres días en San Diego me dieron el impulso que necesitaba para iniciar ese camino tortuoso que es aplicar para un doctorado. En mi maleta traje una lista de gente a la que debo contactar para venderles la idea de que aceptar a Laura Ávila es lo mejor que pueden hacer; tarea que, debo admitir, me es bastante complicada porque nunca he podido ver lo que la gente que me conoce dice que tengo, pero bueno, siempre he dicho que no hay peor juez que uno mismo y... ¡vaya que yo soy uno que no deja pasar ni media!

He llegado con muchos ánimos, sueños de un futuro mejor para mí, tres libros para estudiar para el GRE, un montón de recibos para pasarle a la universidad y cinco fotos de la costa oeste de Estados Unidos que tomé en el vuelo de Los Ángeles a San Diego; definitivamente, reprobé como paparazzi del congreso de la APS pero les dejo una de las cinco para que no sigan viendo tantas letras.