6.22.2006

Ante la muerte

Antes de ayer murió otro miembro de la familia, la sobrina de mi abuelita, doña Gilma Córdoba de Martin. Un ataque al corazón, la misma afección que se ha llevado a mis otros familiares. No éramos muy cercanas pero la señora era muy amable y peculiar.

Tuve que ir a la funeraria... ¡Cómo odio esos lugares! La sala de velación llena de gente, gente que nunca había visto en mi vida, era difícil respirar ahí adentro, el aire era caliente, denso, casi sin oxígeno. Muchos oraban, otros lloraban y los que se quedaban fuera hablaban, incluso había quienes reían, desde adentro se escuchaba un murmullo desesperante. ¡Cómo odio las funerarias!

Saludé a Daniel, el esposo, ahora el viudo. No supe qué decirle aunque quería que supiera que ahí estábamos todos para apoyarlo. Le dí un fuerte abrazo, lo sentí ausente. Sus ojos, perdidos y vidriosos, me hicieron sentir un profundo vacio, un nudo en la garganta.

La muerte nos coge cuando menos lo esperamos, ¿quién puede estar listo para perder a un ser querido? Uno se va y ya, el duelo es para los que quedamos sin su compañía.

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