La semana pasada fui invitada a un banquete porque la industria de frutas y vegetales de Michigan me concedió una beca, que si bien no me saca del rojo, al menos me acerca.
Pensé que iba a ser una ceremonia aburrida -por lo que escuché de la del año pasado- pero resultó ser otra cosa, el invitado principal fue Paul Mobley, un fotógrafo del que nunca había escuchado (bueno, en realidad no me se el nombre de ningún otro fotógrafo). Tan pronto mencionaron su profesión, yo me emocioné, mi pasión por la fotografía se incrementa con el paso de los años y Mobley terminó conmoviéndome con muchas de las imágenes que nos mostró, cada una con una historia que contar, cada una con un sello único de humanidad. Compré su libro porque el American Farmer que vi en sus fotos, lo he visto también en mi tierra, tal vez peor vestido y más enruanado, pero sí con las mismas manos gruesas y sucias de tierra, y lo he visto en los ojos. El agricultor que ama la tierra la ama sin fronteras.
En mi familia no hubo agricultores como tal, creo que lo más cercano era mi abuelita Maruja, me contaron que ella tenía algunas vacas para leche. No se, pero ahora que trabajo para la agricultura, siento que la tierra me llama.
Pensé que iba a ser una ceremonia aburrida -por lo que escuché de la del año pasado- pero resultó ser otra cosa, el invitado principal fue Paul Mobley, un fotógrafo del que nunca había escuchado (bueno, en realidad no me se el nombre de ningún otro fotógrafo). Tan pronto mencionaron su profesión, yo me emocioné, mi pasión por la fotografía se incrementa con el paso de los años y Mobley terminó conmoviéndome con muchas de las imágenes que nos mostró, cada una con una historia que contar, cada una con un sello único de humanidad. Compré su libro porque el American Farmer que vi en sus fotos, lo he visto también en mi tierra, tal vez peor vestido y más enruanado, pero sí con las mismas manos gruesas y sucias de tierra, y lo he visto en los ojos. El agricultor que ama la tierra la ama sin fronteras.
En mi familia no hubo agricultores como tal, creo que lo más cercano era mi abuelita Maruja, me contaron que ella tenía algunas vacas para leche. No se, pero ahora que trabajo para la agricultura, siento que la tierra me llama.